Los profetas que sostienen mensajes impelentes invariablemente están inspirados. Sus mensajes atrapan a los que los escuchan porque conllevan una visión que los humanos no pueden alcanzar por sus propios medios. Al contrario que los falsos profetas, cuyas profecías se desmoronan casi al mismo tiempo de ser hechas, las palabras proclamadas por los verdaderos profetas tienen el tintineo de la verdad, miles de facetas que revisten la realidad para mantener la profecía según se desarrolla, palabras que tienen un impacto inmenso. Los profetas son recordados o ganan notoriedad según sus predicciones sean asombrosamente precisas o tengan un impacto inmenso.
Edgar Cayce, debido a su precisión en pequeños asuntos personales y la consiguiente extendida notoriedad, vive todavía en la memoria debido a sus predicciones acerca de los cambios geológicos. Sus visiones fueron realmente inspiradas por un grupo de entidades alienígenas, desconocidas e incalificadas por los humanos, que funcionan desencarnados en un nivel superior en la orientación del Servicio-A-Otros. Cayce fue por tanto un instrumento para alertar a muchos acerca de los cambios venideros, los tentáculos de su profecía se dispersaron enormemente entre muchas culturas y Tierras. Fue seleccionado de entre muchos que hicieron La Llamada pidiendo tal ayuda profética, no solamente por su naturaleza, era gran devoto del bienestar general, sino también debido a sus dones naturales. Tremendamente telepático para ser humano, y permitiéndose a si mismo estar en sintonía con todos los aspectos de los humanos realizó curaciones, y, en contacto con todas las entidades desencarnadas que deseaban ayudar en la sanción, no despilfarro nada de sí mismo ni de sus ayudantes en ninguno de sus retos. Su don de curación y su precisa intuición ensancharon su fama, que como consecuencia reforzó la creencia extendida en sus profecías.
Para los que tuvieron la suerte de quedarse encantados con sus palabras, su mensaje no ha sido perdido.